OPINIÓN de Rocío García Olmedo
Sin duda la tentación de centralizar y controlar todo, ha sido el común denominador de este sexenio.
Lo hemos visto en las decisiones de gobierno, en sus intervenciones en las decisiones legislativas y del Poder Judicial, así como en el manejo de la política pública, en el manejo de los recursos públicos, de los órganos autónomos como sucede en la Comisión Nacional de Derechos Humanos y hasta en el manejo de los partidos políticos incluido no sólo el hoy partido oficial Morena.
Pero si todas estas intervenciones provocadas por las decisiones de una sola persona a lo largo de poco más de cuatro años han destruido instituciones y programas, la que ahora trae en la mira, es la más peligrosa, la pretendida reforma a nuestro sistema electoral que sería un absoluto retroceso en nuestro país que repercutiría en la democracia constitucional y sus consecuencias incidirían en todo, dejando atrás décadas de construcción de nuestra vida democrática.
La reforma del presidente López Obrador, olvida que a este país le llevó más de cuatro décadas llegar a este momento.
A partir de la de 1977 lentamente fuimos transitando y construyendo nuevas instituciones para desarrollar nuestra democracia y todas hasta la de 2014 fueron encaminadas considerando la diversidad política y el respeto a las minorías, con el objetivo de competir de manera institucional, pacífica y libre.
Ello permitió lograr ciudadanizar al órgano electoral, contar con un padrón confiable, con credenciales de elector que además de seguras hoy son la tarjeta de identidad de todos y cada una de nosotras, profesionalizar a sus funcionarios vía el servicio civil de carrera, crear la institución que administra la justicia electoral el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y fundamentalmente el logro de la autonomía de la Institución electoral, que ha permitido alternancias políticas pacíficas en todo el país.
Hoy todo ello está en riesgo que pretende ser destruido desde el gobierno. Por ello la convocatoria a defender el sistema electoral.
No podemos permitir que se pretenda crear un órgano “a modo” que busca el control, eliminar la independencia del INE, someter al árbitro electoral, desaparecer los órganos electorales locales, controlar el padrón electoral, las credenciales de elector, las boletas, las casillas, deshacerse de los tribunales electorales y regresar a los tiempos en los que el gobierno era el responsable de su manejo.
Modificar en su totalidad las reglas, crear incertidumbre sobre el sistema de financiamiento de los partidos políticos y quitar autonomía, es un retroceso. Incluso trastoca lo ya construido por las mujeres en materia de derechos político-electorales y de representación, ya que el INE ha asegurado el cumplimiento del Principio de Paridad en todo.
Por eso defendemos que no sea trastocada la autonomía de este organismo electoral.
Por eso miles de mexicanas y mexicanos salieron a lo largo y ancho de todo el país a defender a esta Institución, a defender al sistema electoral que hoy garantiza autonomía.
Porque esa tentación de centralizar y controlar todo que tiene hoy en la mira al Instituto Nacional Electoral, está poniendo en riesgo a la democracia.
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