Opinión

 El movimiento del 68, en México no se puede analizar como un hecho aislado: fue un acontecimiento con antecedentes previos en el contexto mundial.

 EL ESPACIO de José Luis Gámez J.

A continuación, se muestran algunos hechos que sucedieron antes del movimiento del 68 y que tratan de explicar el por qué este se dio en nuestro México.

Ya por el año 1958 James Dean y Natalie Wood protagonizan una película cuyo título era:  Rebelde sin causa. Independientemente de la trama de La película, tan solo el título, se usó por mucho tiempo para etiquetar a las incipientes juventudes contestatarias que osaban manifestarse en los más diversos escenarios del quehacer humano.

Este chico, James Dean, se mostraba en ese filme como un arquetipo, tanto en su vestimenta: pantalón y chamarra de piel, peinado con copete envaselinado, estoperoles, cadenas y la motocicleta Harley que le confería una imagen de poder.

Para las generaciones con una formación Victoriana resultaba inaudito qué los jóvenes se atrevieran a romper el orden establecido para adoptar las actitudes de un “rebelde sin causa”.

El joven, en sí mismo, se consideraba un rebelde con causa y la causa principal que lo movía era: la eliminación del absolutismo patriarcal qué, mediante prohibiciones recurrentes, le negaba, al joven, la facultad de pensar, cuestionar, disentir y decidir por si mismo.

En esa búsqueda de banderas liberadoras, las juventudes se encontraron con otras figuras como al Che Guevara, activista y guerrillero que renunció al ministerio de Industria que ocupó, entre otros, cuando la revolución Cubana triunfaba al derrocar a Fulgencio Batista, para seguir sus ideales qué pretendían liberar a latinoamericana de la desigualdad, la injusticia y subyugamiento capitalista.

En EEUU una figura crucial en los 60s, lo fue Martín Luther King luchador social que pretendía darle presencia a la negritud y que tuviera los mismos derechos que la raza blanca y que cesaran todos aquellos actos de discriminación y racismo dentro de ese país que presumía de ser demócrata.

En el arte: Jack Pollock, pintor y otros artistas visuales vanguardistas rompían los moldes pictóricos al inspirarse en la realidad de las culturas americanas para diseñar la pintura en movimiento e iniciaban una nueva era que revolucionó el arte con sus mensajes rebeldes.

En la música: Elvis Presley, Little Richard, The Beatles y otros más nos decían que había otras maneras de hacer música, con otros contenidos, con otros instrumentos como la guitarra eléctrica y la estridencia como manera enérgica para hacerse escuchar.

La guerra fría y los absurdos desencuentros entre la entonces poderosa URSS y los EEUU que pusieron en entredicho la paz mundial en 1962 con el conflicto de los misiles qué Nikita Krushev pretendía instalar en la isla de Cuba aunado, todo esto a los movimientos, que en su momento se suscitan, casi al mismo tiempo en Italia, en París donde, no solo los jóvenes sino que también intelectuales, clase trabajadora y, hasta colectivos de mujeres se organizaban para protestar por el estado de cosas que se sucedían por parte del estado que se obstinaba por Limitar las diferentes formas de expresión que trataban de hacer válidos los derechos propios del ser humano.

Otro elemento de contracultura fue el movimiento hippie qué rechazaba la violencia proponiendo, a su vez, la convivencia entre iguales construyendo comunas donde el amor y la paz se mostraban como solución a todos los  conflictos y, además trataban de demostrar su repudio a la sociedad de consumo, vistiendo ropa y huaraches artesanales, siendo frugales en los alimentos y poniendo alegría a sus vidas comunitarias con signos de retorno a la naturaleza: las flores y demás pictogramas con colores brillantes y, a la vez, elementales.

México no fue la excepción pues, la juventud Mexicana se subió a esa gigantesca ola también: el estudiantado de todas la universidades a nivel nacional los intelectuales   encabezadas por la UNAM, y el Politécnico Nacional encararon con energía y en diferentes momentos, al autoritarismo salvaje qué en 1968, sobre todo, imperaba tanto en las élites políticas como en el Palacio Nacional.

La inauguración de los juegos olímpicos estaban por celebrarse en la capital del País y la consigna era: pacificar a toda costa y crear, artificialmente el clima propicio para tal evento, . El poder del estado apoyado por la prensa que en sus páginas desinformaba y satanizaba los movimientos estudiantiles se hicieron patentes cuando la autoridad al cercar con el ejército e impedir la salida de los manifestantes reunidos en la plaza de las tres culturas en Tlatelolco, disolviendo, a fuerza de balazos, la reunión.

La muerte masiva de estudiantes y manifestantes, hasta la fecha no es precisa, lo que sí queda claro es que el estado hizo valer su fuerza con el único argumento: el de la violencia, el autoritarismo, la represión, las “justificaciones” posteriores y la evasión de responsabilidades.

La prensa y medios televisivos, en uso exclusivo del estado, hizo su parte, al minimizar las cantidades de estudiantes desaparecidos, muertos y heridos, además de propalar todo género de acusaciones trataban de hacer creer al lector, que todos los actos de los estudiantes eran vandálicos, pandilleriles, saboteadores del orden público y proclives a implantar en el país, el sistema comunista.

Los hechos que se rememoran, a 57 años de distancia, nos mueven a reflexionar: hasta qué grado la brecha generacional se ha estrechado y si la disposición al diálogo ha madurado junto con la capacidad de escucha y si esta, se ha incrementado pues, el costo de la factura que se ha pagado, no solo con este importante movimiento sino con todos los movimientos qué se han llevado a cabo en nuestro país y en el mundo, ha sido muy alto.

REDACCIÓN

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